Si en este momento me dieran algo para elegir sería, sin duda alguna, volver a sentarme en su ventana. Abierta a la luz, abierta al viento... simplemente abierta. Dejando que cualquier cosa pase, cualquier posibilidad.
Ver a través de ella la lluvia o las estrellas de noche; o por qué no las dos cosas juntas.
Mirar desde la ventana era algo especial. Era olvidarme de toda la ciudad que había abajo, y concentrarme en la persona que tenía al lado y en el cielo.
Al estar la ventana abierta a tantas posibilidades, el viento que alguna vez había estado adentro de la habitación y se fue, volvió. La ventana parecía no tener filtro. No respetaba a los nuevos vientos.
Cuando me paré y me fui, la ventana se cerró, así como si nada. Se cerró con el viento viejo adentro y me dejó ir.
¡Qué ventana tan rara!, pensé que le gustaba que yo me siente en ella a pensar.
De tantas cosas que la ventana dejó entrar y salir, seleccionó a algunas y a otras simplemente las dejó escapar.
Fue una lástima, pero por lo menos mi viento se fue feliz sabiendo que algún día, entró por esa ventana y, quién dice, vuelva a entrar... tal vez algún día.